Voluntarios - Proyecto Lurín

CAMPOS DE TRABAJO PARA VOLUNTARIOS

La Asociación Santa María de Las Rozas para la Cooperación Internacional organiza Campos de Trabajo para universitarios en el colegio Cristo Sacerdote, en la colonia de Villa Alejandro, en el distrito de Lurín, a las afueras de Lima (Perú), en los meses de agosto, aprovechando las vacaciones de verano en España y que en Perú están en pleno curso escolar.

Foto Voluntario lurín

En la actualidad el colegio escolariza a unos 400 niños y niñas de educación infantil, primaria y secundaria, procedentes de este asentamiento de Villa Alejandro. que tiene graves deficiencias en sus infraestructuras y servicios. Dentro del colegio se realizan talleres y actividades con los alumnos durante el horario lectivo. En el horario vespertino se realizan actividades con la Comunidad a través de la Parroquia de Villa-Alejandro, propietaria del colegio, y de sus servicios sociales, entre los que se incluye una clínica, un centro cultural, una academia para la formación de adultos, atención a dependientes, etc. La selección del grupo de voluntarios se realizará al final del primer trimestre de cada año. El grupo de voluntarios seleccionado recibirá una formación específica para alcanzar la máxima eficacia en el Campo de Trabajo. Esta formación es obligatoria y asegura al voluntario una experiencia plena y positiva.

Si estás interesado o conoces a alguien que puede estarlo, no dudes en ponerte en contacto con nosotros a través del siguiente formulario.


Formulario de Contacto

Cristina voluntaria, Agosto de 2013:

“… Llevo miércoles, jueves, viernes y sábado literalmente sin parar ni un segundo. El campamento es muy intenso, empezamos a las 7.30, los niños vienen a las 8, actividades sin parar todo el día. Pero es precioso, ¡Me encanta!. Estoy en el campamento de niños (están separados niños y niñas) y soy monitora de 10 de ellos en particular y de “juegos y deportes” en general, es decir, que entre estar pendiente de ellos cada segundo y organizar los deportes no paro. Mi grupo es el mejor: Tengo dos pequeñines de 7 años, Tito, que es el niño más adorable del mundo, no tiene ninguna de las dos paletas y es súper tranquilito y gracioso, y Jesús que es un trasto, insultando y armándola siempre, pero luego te sorprende con unos comentarios más monos… Luego están Omar y otro Jesús que son muy buenos y súper listos, tienen 10 años y me les traería a casa. También está Freddy que es un poco más bicho pero conmigo es un angelito, y Brayan que es el típico regordete cariñoso que esta todo el día abrazándome. Luego, Jorge, que el día que les dimos las camisetas del campamento estuvo toda la mañana preguntándome que si se podía quitar su camiseta para dársela a su hermano que no tenía, enfadándose y todo…”.

Foto Voluntario 3

De este verano en Villa Alejandro me llevo estos y otros muchos recuerdos inolvidables. Se me siguen poniendo los pelos de punta cada vez que recuerdo todo lo que viví allí porque fue realmente impactante e intenso.

Desde un primer momento me encontré muy a gusto tanto con las Madres como con los jóvenes que conocí allí, que siempre estuvieron a mi lado y me hacían sentir como en casa. Ya desde Madrid sentí todo el apoyo de la organización a los que estoy muy agradecida.

De todas las actividades que hicimos, una de las más importantes fue el campamento urbano para los niños, de la que he reflejado un trocito de la experiencia vivida. Fue muy bonito desde que empezamos a organizarlo hasta que terminó. Los niños peruanos con los que estuve compartiendo esos días me hicieron ver la simplicidad de la vida y que no importa de dónde seamos, lo que tengamos o cómo sean nuestras familias, las personas somos capaces de hacer felices a los demás con sólo un poquito de amor.

Como decía la canción del campamento “para ser santo hay que hacerse como un niño […] para ser santo hay que estar un poco loco, un poco loco para ser feliz, y un poco loco para dar amor…”

Voluntarios Lucia, Pablo, Héctor, Victoria, Samuel y Rocío, Agosto de 2016:

Pasaron rápido los meses, compramos los billetes, tuvimos varias reuniones, vacunas. De repente llego ese esperado 21 de junio. Volaba por primera vez, un vuelo de 13 horas a un país situado a 11000 km, con 5 personas más las cuáles apenas conocía.

Llegamos a Lima a las 18:00 de la tarde de allí, un poco desconcertados con el horario esperamos en el aeropuerto a Marlith tal y cómo nos habían indicado desde España. Estábamos impacientes por conocer todo lo que teníamos alrededor. Fue entonces cuando apareció ella, sonriente. Nos llevó en su furgoneta a la sede de Coprodeli para que conociéramos al padre y desde allí a Villa Alejandro, mientras no paraba de contarnos historias de aquel país y nosotros no dejábamos de mirar asombrados todo lo que teníamos alrededor.
Llegamos a Villa Alejandro de noche pues allí sobre las 18:00-18:30 se hacía de noche, ya que en junio y julio son los meses de invierno para ellos.

Fotos de voluntarios Proyecto Lurín

Recuerdo a Víctor y cómo nos ayudó a subir las maletas a casa. De Mis Susi y de Annie. También recuerdo todas aquellas luces que parecían infinitas.
Era el primer día en ese lugar, Mis Susi nos había indicado que con la humedad y las lluvias los pasillos del colegio se mojaban por lo que deberíamos ayudarla a recoger el agua y poner cartones para que no se mojara el resto de clases. Era algo que hacíamos la mayoría de mañanas.

Poco después fui, miré alrededor y vi todas aquellas casas. Era diferente a lo que estábamos acostumbrados a ver. Las calles no estaban asfaltadas, algunas casas no estaban terminadas de construir (la mayoría) aunque todas tenían esa terraza en el techo que tanto echo de menos a día de hoy. Con el paso de los días, esa realidad era la que me gustaba. Me gustaba andar por esas calles.

Al día siguiente de llegar Mis Susi nos presentó las funciones que desempeñaríamos en el colegio durante esas semanas. Cuando leí “LUCÍA: PSICOMOTRICIDAD 3-4-5 AÑOS. TODOS LOS DÍAS” tengo que reconocer que me entró una sensación de no saber si sería capaz de hacerlo bien. Y al final, no sé quién enseñó más a quién, si yo a ellos o ellos a mí. Había días en los que era fácil plantear los ejercicios y que salieran bien. Otros en cambio, para todos hay días malos. De todo el tiempo que estuve allí apenas vimos el sol un par de días pero sinceramente, hacía mucho tiempo que no sentía tanto calor.

La madre Concepción nos ayudó a entender muchos aspectos de aquello cultura que parecía tan igual a la nuestra, pero que en diversos temas distaba mucho de nuestra realidad. Algo tan normal para nosotros cómo llevar pantalón corto o quizá un pendiente los chicos o tatuajes ya era algo sorprendente para aquellos chavales de 14/15 años.

Es difícil resumir todo lo vivido durante ese tiempo pero fue una experiencia increíble que te ayuda a crecer como persona. Que te da la oportunidad de conocerte un poco más a ti mismo y sobre todo, conoces a gente maravillosa de la otra punta del mundo.

No sé si tendré la oportunidad de volver pronto, a día de hoy sigo manteniendo el contacto con los profesores del colegio y sigo teniendo noticias de los pequeños con los que pasé tanto tiempo.

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